miércoles, 8 de abril de 2009

Después...

Juan llega a la oficina al día siguiente del golpe de estado perpetrado por la ultraderecha de su país. Su nuevo jefe le notifica que está despedido, simplemente porque empezó a trabajar en una oficina pública durante el "régimen filocomunista" y, por lo tanto, seguramente es uno de ellos. Aunque Juan le hace saber que es apolítico, para el encargado no hay nada más que discutir.

Juan sale a la calle. Trata por largo rato de localizar a su antiguo jefe, un socialista convencido quien siempre lo trató como un amigo. Todas las llamadas serían inútiles, había "desaparecido" durante el golpe. Mucho después se enteraría que su ex-jefe fue torturado durante tres días y luego lo "reventaron". Nadie supo dónde había sido enterrado.

El autoproclamado presidente de la república deroga prácticamente todas las leyes establecidas durante el anterior gobierno de los "izquierdistas retrógrados". La economía nacional se pone bajo la tutela de los organismos de financiación internacionales, quienes rápidamente aplican una serie de medidas de corte neoliberal. La mayoritaria población pobre empieza a protestar ante la inflación rampante, pero es rapidamente reprimida por las autoridades, que posteriormente ejercen un control de hierro sobre los "ghettos".

Lo único que Juan ve en la TV y los periódicos son loas al "nuevo orden" que verdaderamente restablecerá la "verdadera" democracia y prosperidad. Los medios comunicacionales de servicio social tiempo hace que han sido convenientemente silenciados. Nadie dice nada sobre los miles de "desaparecidos", total que la mayoría perteneció al lumpen comunista y ya se sabe que el mejor rojo es el rojo muerto. Nadie comenta nada de esto con Juan, nadie quiere ser visto cerca de alguien que trabajó para el gobierno anterior. Es un "sospechoso".

Los grandes recursos naturales del país se ponen en manos de varias transnacionales, de esas que "sí saben" gerenciar. Todos los servicios públicos son paulatinamente privatizados. El desempleado Juan gasta las suelas de sus zapatos, ya que no puede pagar las altas tarifas del transporte. Se le hace cuesta arriba comer tres veces al día: la buena alimentación es algo que sólo pueden permitirse los "liberales" que hacen sus negocios a la sombra del nuevo orden.

Se establecen el Partido Azul y el Partido Pardo, quienes se alternarán en el poder cada cinco años en elecciones arregladas en que otras organizaciones políticas y sociales deberán conformarse con las migajas que quiera adjudicarle la élite en el poder. Juan se ríe amargamente de la comedia electoral de cada quinquenio ¡siempre son los mismos, ora azules, ora pardos!.

El país se convierte en un hervidero de negociantes, consumidores y centros comerciales. El resto no entra en las estadísticas. A Juan no le permiten el ingreso en un recién inaugurado "mega-mall", porque dizque tiene "mal aspecto". Ahora vive en un "ghetto". Allí se encuentra con la realidad cara a cara, allí no tienen verguenza de ser sus amigos. Juan se da cuenta de todo lo que les fue arrebatado, a él y al pueblo llano que ahora sufre y espera, una vez más.

Pero Juan ya no es apolítico, ya no cree en las máscaras y en las mentiras repetidas como verdades: pronto los oprimidos se levantarán para reclamar lo que les fue arrebatado otrora y que ahora quieren de vuelta para jamás perderlo de nuevo. Juan comparte el sueño y ahora grita.

Ahora a Juan lo verán luchando con la alegría de los que tienen la razón.

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